Memoricé los recovecos de tu alma y a oscuras te leí tantas veces en braille que terminé agotando la luz de mis ojos y me quede sin ver. Aprendí a decir que sí dudando; contigo siempre me faltó el valor… y las alas.
Pero, como en la resolución de una compleja inecuación por un olvidadizo aprendiz, olvidé recordar la variable de la variabilidad de tus sentimientos y la fórmula matemática que nunca tendía a infinito.
Y me vi atrapada en un mal amor, como una crisálida en una tela de araña.
Y de rodillas me pediste que no echara a volar. Pero sería idiota si no lo hiciera cuando me arrastré tanto tiempo.
Diciembre 2020